Nací en las tierras llanas y áridas de Zaragoza. Mi vista desde pequeño se
dirigía al blanco que destacaba del Fujiyama del valle (el Moncayo) y de la
cordillera Pirenaica. El asombro y el amor por la naturaleza y la montaña
hicieron que me auto-exiliara a sus entrañas.
Después de años inmerso en la montaña, viviendo en ella, de ella y para ella, conocí a una mujer nacida en el mar y comencé a compartir su amor. Ahora, con el corazón roto entre las dos, tengo un pie en Pineta y otro en Bayona. Cumplo medio siglo y me siento a veces a meditar sobre mi pasado y soñar en mi futuro. Soñar. Siempre hay que soñar, es la fuerza para continuar.
Después de años inmerso en la montaña, viviendo en ella, de ella y para ella, conocí a una mujer nacida en el mar y comencé a compartir su amor. Ahora, con el corazón roto entre las dos, tengo un pie en Pineta y otro en Bayona. Cumplo medio siglo y me siento a veces a meditar sobre mi pasado y soñar en mi futuro. Soñar. Siempre hay que soñar, es la fuerza para continuar.
